Pronunciar palabras baldías es como sembrar semillas muertas en tierra infértil. La inutilidad del acto solo atrae el dolor atroz del sin sentido: un amargo fruto imaginario nacido de una planta incosechable.
-¿Te doy antes de desvanecerte un punzón de hielo para que lo claves en mi pecho?-
De nada serviría. Suenan dentro de mí mil fragmentos hechos añicos. No hay nada más que puedas romper aquí.
Quizás quieras un martillo para pulverizar lo poco que queda; No te lo daré.
Recogeré los pedazos, haré de ellos teselas, transformaré mi corazón en un mosaico... y en ese acto de artesanía olvidaré tu ponzoñoso recuerdo.